Hay muchas historias que son difíciles de creer, justamente por la cantidad de elementos sorprendentes que las adornan a lo largo de su curso. Éstas son particularmente estremecedoras cuando te das cuenta que, por alguna obra del destino, eres uno de los protagonistas de sus enrevesados meandros y es exactamente en esos momentos cuando hasta el ser más agnóstico de la tierra se pregunta qué Ser Supremo tuvo que moldear el rumbo de la historia para que una insignificante alma pueda asumir un rol en su recorrido.
Esta es una de esas historias.
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Matteo Perez d’Aleccio fue un importante pintor que nació en 1547 en la ciudad de Lecce, en Apulia, Italia. A sus 16 años fue discípulo del gran Miguel Ángel, lo que catapultó su carrera artística. Se pueden encontrar pinturas suyas, por ejemplo, en la Capilla Sixtina en el Vaticano.
En 1577 el Gran Maestre de la Orden Hospitalaria de San Juan, Fra Jean De la Cassière, invita a Perez D’Aleccio a Malta para realizar una serie de obras para relatar el heroísmo de la Orden Hospitalaria en el Gran Sitio de Malta cuando, en 1565, resistieron por 4 meses a la feroz invasión del Imperio Otomano. Este episodio significa una de las más famosas y exitosas estrategias de defensa en la historia militar universal y siendo De la Cassi ère un veterano de dicha victoria, no quería escatimar esfuerzos en su transmisión a las generaciones posteriores.
Perez D’Aleccio realizó entonces una sucesión de murales en la Cámara del Gran Concejo (o “Sala del Trono”) del Palacio de los Gran Maestres en la Valeta narrando la secuencia de la invasión y la épica resistencia. Sin embargo, también aprovecha su estancia en Malta para realizar, en 1582, una serie de 15 láminas de cobre grabadas sobre el Gran Sitio que son particularmente interesantes porque presentan todos los acontecimientos del asedio en una sola placa. Además, en sus placas se pueden apreciar gran cantidad de detalles lo que las convierte en objetos de gran valor histórico.
En 1588, Perez d’Aleccio, motivado por los fantásticos relatos de riquezas interminables de las recién descubiertas tierras americanas, decide embarcarse hacia el Virreinato del Perú, tierra donde vivió por 40 años y en la cual también falleció, después de un significativo aporte a las artes de esas latitudes, desposeído de las riquezas que había ido a buscar.
Uno de sus principales aportes al arte colonial peruano fue la introducción de la técnica del óleo sobre cobre, la cual fue continuada y divulgada por su principal discípulo Pedro Pablo Morón, quien se embarcara con él en su travesía hacia el Perú.
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Hubert Ferrand nació en 1813 en la tierra de la lavanda, Grasse, en Provence, Francia. Conocido alfarero de la región, decidió trasladarse a Vallauris, en la Costa Azul, pueblo famoso por su tradición ceramista, donde los negocios irían mejor. Allí nació el menor de sus hijos, Jean-Baptiste, en 1852, en el seno de una familia franco-italiana, acostumbrada a los viajes y las travesías.
En 1856, Hubert junto con su esposa y sus hijos Pierre y François parten desde Génova a bordo del San Giacomo hacia Chile, donde había sido contratado por una fábrica de cerámica. Jean-Baptiste se queda en Niza bajo el cuidado de sus tías.
Luego de una larga travesía, cuando el San Giacomo se encontraba en el estrecho de Magallanes, una fuerte tormenta hace naufragar el navío y la familia Ferrand se salva de milagro. Llegan meses después a Valparaíso sólo para enterarse que la fábrica había quebrado.
Dispuestos a recuperarse del infortunio, los Ferrand se embarcan hacia El Callao, Perú, donde unos amigos franceses radicados en Lima les tenderían la mano. Allí deciden iniciar su propio negocio como comerciantes.
Poco a poco el negocio de los Ferrand fue floreciendo y en 1871, poco después de la batalla de Sedán, en la que Napoleón III pierde frente a las tropas prusianas de Otto Von Bismarck y se da el colapso del Segundo Imperio Francés, la familia llama a Jean-Baptiste para que los acompañe en sus prósperos negocios como comerciantes de arte, cerámicas, objetos decorativos venidos de Francia entre otras actividades similares
Alrededor de esos años Jean-Baptiste, como parte de su trabajo de buscar en los mercadillos del centro de Lima objetos variados de importante valor histórico (ergo, comercial), consigue el hallazgo de una rara pieza: una lámina de cobre grabada del Gran Sitio de Malta, con la figura de una virgen pintada al óleo al reverso, inacabada, signo inequívoco que se trataba de una pieza de Perez d’Aleccio.
La lámina debió de haber causado un gran impacto en la familia, puesto que fue retirada del circuito comercial y legada cuidadosamente por Jean-Baptiste a su hijo Edouard Ferrand Salomone, quien a su vez se la heredaría a su nieto Eduardo Burbank Ferrand como regalo de graduación del colegio en 1955.
Es una suerte que la lámina haya llegado a sus manos, puesto que muchas de ellas eran simplemente fundidas para vender el cobre al peso, perdiéndose para siempre las enseñanzas que éstas traían.
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Joseph Schiro es un maltés de nuestra época, de ascendencia italiana, que tiene una larga e importante carrera en la conservación de documentos históricos, particularmente mapas y libros y que ocupó hace pocos años la jefatura de la División de Conservación de Heritage Malta[1], la agencia nacional de conservación del (vasto) patrimonio cultural de este pequeño-gran país. Hoy es un miembro activo y secretario honorífico de la Sociedad Maltesa de Cartografía.[2]
En sus años en Heritage Malta, Schiro se enteró que Eduardo Burbank Ferrand se contactó con la institución para comentarles que tenía en su poder una lámina de cobre de gran valor histórico que podría ser de interés para la institución y que él sentía que su retorno a Malta tendría un gran significado simbólico. Lamentablemente las conversaciones no prosperaron y Eduardo decidió quedarse con el regalo de su abuelo materno.
Unos años después y ya habiendo salido de la institución, Schiro decide no dar el asunto por concluido. Amante del arte, de la historia y de los mapas, sabe de la importancia de esa lámina y contacta a Eduardo Burbank, radicado en Miami, para retomar las tratativas. Éstas fueron largas, pero el esfuerzo pagó sus frutos: Eduardo decide vender la lámina y, en una muestra de confianza ciega, pero motivado por la seriedad del vendedor y con muchos indicios a la mano de la autenticidad de la misma, Joseph cierra el trato a distancia.
La placa llega así a Malta y hoy hace parte de la colección privada de Schiro, que la resguarda junto con muchísimos otros objetos, mapas y libros de gran valor histórico para esta fantástica isla desbordante de aventuras a lo largo del tiempo.
Joseph decide entonces escribir un artículo sobre cómo esta importante placa aporta al conocimiento histórico de ese evento central en la historia de Occidente y sigue con lo suyo (que no es poco).
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Hace unos días, motivado como siempre por mi insaciable gusto por la Historia y por las ganas de seguir aprendiendo sobre este gran país que ahora nos alberga, me puse, en mi tiempo libre, a buscar en internet algunas lecturas suplementarias sobre el Gran Sitio de Malta.
El destino siendo lo que es, un gran jugador de ajedrez, me tira una serie de resultados que me parecen muy mainstream. Quiero algo más underground, hasta en eso soy medio raro. Y me voy a la pestaña 10, 15, 20, 25… haciendo scroll down de los artículos mientras los veo pasar.
De pronto algo me llama la atención. Perez D’Aleccio. Es un nombre que he visto antes. En el MALI[3], creo, no estoy seguro. En el Perú, definitivamente. Clickeo en el artículo y empiezo a leer. Joseph Schiro es el autor. No lo conozco. El título es “El descubrimiento de una rara lámina de Matteo Perez D’Aleccio sobre el Gran Sitio de Malta”, en inglés, evidentemente.
Un par de imágenes siguen y luego inicia el artículo con el siguiente párrafo:
“One of the copperplates of the prints which Matteo Perez d’Aleccio did of the Great Siege of Malta of 1565 has recently come to light, and is now in the author’s collection. It is Foglio Undecimo of the fifteen prints of the 1582 edition. Although the plate came from Miami, it actually originated from Peru. The plate belonged to the estate of Eduardo Burbank, who had received it in 1955 as his high school graduation present from his maternal grandfather Eduardo Ferrand Salomone, who was an art and antiques connoisseur and collector. His love for art and objects of art came from his father Jean (Juan) Ferrand Quartino from whom he inherited the copperplate, bought around 1870 from an antiques shop in the old part of the city of Lima.”[4]
En ese momento sentí que mi vida se inundaba con un nuevo sentido, muy profundo, muy extraño. Me estremecí de pies a cabeza. Fue realmente algo indescriptible. El artículo, escrito por un conservacionista maltés que jamás ha puesto los pies en el Perú, hablaba de mi tío Eduardo Burbank, el primo-hermano de mi madre, y de la historia de mi familia materna que recuperó la lámina hace un siglo y medio por aquellas andadas del universo que hizo que un barco naufragara en el estrecho de Magallanes y que dejó sin trabajo a un padre de familia migrante junto a sus dos hijos en medio de una tierra desconocida con lo que terminaron en Lima, de pura “casualidad”.
Continué leyendo el artículo inmerso en la total incredulidad. ¿Cómo así el autor había decidido escribir la forma en la que la placa llegó a sus manos? Es algo bastante inusual que se describa con ese lujo de detalles las historias conexas al elemento de interés en sí y sin embargo ahí estaba; Era el resultado que aparecía en la página cuarenta y pico del buscador de Google al que había llegado por tener tiempo libre y por haber reconocido, de alguna parte, el nombre Perez D’Aleccio.
Terminé de leer y me dije que algo así no sucede en vano e inmediatamente me puse a buscar el contacto de Joseph Schiro. Quería escribirle para contarle que la historia de la placa aún no había terminado. Que el tataranieto de aquél mercante de arte que llegó de la Provence francesa para recuperar su placa se encontraba viviendo en Malta y que quería ver la lámina con sus propios ojos y, como no, rendir homenaje a esos aventureros del siglo XIX cuyo legado está aún muy lejos de ser olvidado.
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El viernes de la semana pasada mi esposa Aimeé y yo fuimos a la preciosa casa de Joseph Schiro y su maravillosa mujer quienes tuvieron la enorme amabilidad de invitarnos para charlar y, como no, poder apreciar la placa con nuestros propios ojos.
Abusamos de su hospitalidad durante más de cuatro horas, conversando sobre Historia, política maltesa, arte y los vaivenes familiares de nuestros antepasados, tomando vino, comiendo deliciosos entremeses locales y la tarta de vegetales más espectacular que he probado en mi vida hecha por Miss Schiro: espinacas, tomate, queso ricotta, gbneja (queso maltés muy particular y sabroso), huevo y una masa ligera en su punto perfecto.
Vimos parte de la colección de antigüedades, mapas y arte que adorna su hogar y reafirmé algo que siempre he creído: que las coincidencias no son más que señales del destino, ese ámbito infinito y atemporal de conocimiento universal que nutre los propósitos de la vida.
Ese día nos juntamos en ese salón maltés de San Gwann, Joseph Schiro, nuestras esposas y yo y en nuestra presencia vivían también Perez d’Aleccio y Jean-Baptiste Ferrand, entre tantos otros que hicieron posible esta conexión cósmica entre Malta y Perú, congregando cinco siglos de historia sazonados con las buenas vibras y un excelente pastel.
Gracias Joseph Schiro por tu hospitalidad, pero
sobre todo por tu curiosidad que
hizo todo esto posible.
[1] Página web de Heritage Malta: http://heritagemalta.org/
[2] Página web de la Sociedad Maltesa de Cartografía: https://maltamapsociety.mt/
[3] Museo de Arte de Lima
[4] Pueden ver el artículo completo aquí: https://www.academia.edu/12540992/The_discovery_of_a_rare_Matteo_Perez_d_Aleccio_copperplate_of_the_Great_Siege_of_Malta